El músico colombiano, nieto de Petronio Álvarez, ha ido construyendo su propio estilo, una mezcla entre la tradición y la experimentación. Este domingo vuelve al festival que lleva el nombre de su abuelo con un ensamble con el que busca dar a conocer nuevos artistas
De Esteban Copete se puede decir que es un hombre orquesta. Ni él mismo sabe a ciencia cierta el número de instrumentos que puede tocar. Calcula que son siete, aunque sean más: marimba, gaita, saxofón y ukelele, además de otros que se usan en la percusión de los ritmos del Pacífico y del Caribe colombianos. En su cover de la canción Las transeúntes, de Jorge Drexler, es un hombre y al mismo tiempo parece que son cinco. Se le ve tocando, en diferentes momentos, esa misma cantidad de instrumentos. Sobresalen el guasá, el bombo y los cununos, además de que también hace los arreglos, los coros y la voz.
Así, como un pulpo, convierte el pop rock alternativo del cantautor uruguayo en un ritmo que él se inventó: el bambasongo, que describe como una mezcla entre el bambazú del Chocó y el songo de Cuba. Para Copete, la música es goce y persistencia; de niño se escapaba para tocar flauta dulce en las fiestas de San Pacho. Así empezó. En 2002 decidió crear la agrupación Ancestros, en la que junto a nueve músicos mezclaba jazz con música afrocolombiana. Luego fundó el Kinteto Pacífico, grupo que lo ha acompañado en múltiples escenarios desde el 2008, con un sonido más aplomado e inclinado hacia la tradición.
Copete (Tadó, Chocó, 38 años) es su apellido paterno, pero su vena musical le viene por su madre: de los Álvarez, de José Joaquín, su bisabuelo —al menos hasta donde se alcanza a rastrear—, y de Petronio, su abuelo, que le da el nombre al principal festival de música del Pacífico. Su amor por la música, más que la presión por mantener un legado, lo han llevado a presentarse muchas veces en ese festival.
Este 20 de agosto vuelve con su proyecto ‘Voces y Rostros Pacífico Ensamble Esteban Copete’, con el que busca visibilizar nuevos talentos. No es solo cuestión de disciplina, sino de fluir —aquel don del que habla otra canción de Drexler—. La música también es una chispa, una herencia, un golpe de suerte. “Sí, la musa que llaman, eso aparece en cualquier momento”, asegura. En su caso, tal como le cuentan que le sucedía a su abuelo, la melodía y la letra se le revelan, simplemente.
Pregunta: Pese a ser nieto de Petronio, ha escrito su propia historia y no necesariamente lo vinculan con él. ¿Cómo lo ha hecho?
Respuesta: Desde el principio lo tuve muy claro. Entendía de quién era nieto, lo que representa esa historia y ese nombre. Dije: ‘quiero hacer mi propio camino’, y eso se hace creando tu propia música, tus propios proyectos. Iniciando, naturalmente decían: ‘Ah, el nieto’, pero cuando entendí que podía forjar mis propias canciones, mis arreglos, interpretar mis instrumentos, me di cuenta de que tengo la capacidad para contar mi propia historia. Es mi abuelo, pero la gente entiende que estoy construyendo mi propio legado.